Vídeo toma de posesión de Benigno Pendás García como consejero nato del Consejo de Estado
Transcripción
00:00 Música tranquila. Letrero con texto: Toma de posesión como consejero nato del Consejo de Estado de Don Benigno Pendás García, presidente de la Real Academia de ciencias Morales y Políticas.
00:10 Comienza el acto en la Sala de Plenos del Consejo de Estado, reunidos Presidenta del Consejo de Estado, señoras y señores Consejeros, letrados y Secretaria General del Consejo de Estado.
00:10 María Teresa Fernández de la Vega. Presidenta del Consejo de Estado. La presidencia acordó convocar pleno en el día de hoy, para proceder a la toma de posesión como Consejero Nato de Estado del excelentísimo señor don Don Benigno Pendás García. Tiene la palabra la Señora Secretaria General.
00:25 Secretária General. Gracias señora presidenta. La Real Academia de Ciencias Morales y Políticas en su reunión ordinaria del día 14 de diciembre de 2021 y de acuerdo con sus estatutos y reglamentos, realizo la elección de su presidente para el trienio 2022 – 2024, siendo elegido el Excelentísimo señor Don Benigno Pendás García, quien tomó posesión de su cargo como presidente de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas el día 11 de enero de 2022. Procede el juramento o promesa y toma de posesión del nuevo consejero.
01:12 Presidenta. Los Consejeros de Estado Don Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón y Don Santiago Muñoz Machado se servirán acompañar a Don Benigno Pendás García hasta el salón de sesiones.
01:58 Los Consejeros de Estado Don Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón y Don Santiago Muñoz Machado salen del salón para recoger y acompañar a Don Benigno Pendás García de nuevo hasta el salón de sesiones.
02:49 Don Benigno Pendás García. Juro haberme fiel y lealmente en el desempeño de mi cargo de Consejero de Estado, lealtad al Rey y guardar y hacer guardar la Constitución Española con arreglo a lo que consultaré en los negocios que me fueren encomendados.
03:10 Don Benigno Pendás García se pone la toga y medalla.
03:36 Presidenta. Sirvase a ocupar el asiento que le corresponde en señal de posesión.
04:23 Presidenta. Tiene la palabra el señor Don Benigno Pendás García.
04:33 Don Benigno Pendás García. Citaba en el acto de mi recepción como Académico, en la cercana Casa y Torre de los Lujanes, a 2 de diciembre de 2014, un hermoso texto de Constantino Kavafis, el poeta de Alejandría, de notoria inspiración neoplatónica: “Para pisar este peldaño / has de ser ciudadano / en su plenitud de derechos, de la Ciudad de las Ideas / y es difícil estar en esta Ciudad / y raro que en ella te censen…” Fui recibido en nombre de la Corporación por don Miguel Herrero de Miñón, que me honra también hoy como padrino de este acto. “Un político que nunca olvidó su condición de jurista”, según sus propias palabras. Más aún, un “legista de Estado”, porque su vida y su obra solo se conciben desde su vinculación radical (en el sentido orteguiano) con este Alto Cuerpo Consultivo. Representa Herrero, escribí hace poco en una notable revista cultural, la brillante “alternativa historicista” que apenas llegó a cuajar en el Derecho Constitucional español, imbuido de riguroso positivismo jurisprudencial. Concluido su fecundo mandato como Presidente de la Academia, la benevolencia de mis colegas permitió mi elección como nuevo Presidente para el trienio 2022/2024. Entre ellos está mi otro padrino en el día de hoy, el profesor Muñoz Machado, jurista de referencia, ahora en la plenitud de su madurez intelectual y máximo responsable como guardián del tesoro de nuestra lengua “castellana o española”, como dijera el erudito Sebastián de Covarrubias en su “Diccionario”. Gracias muy sinceras a quienes me acompañan en esta ceremonia solemne.
Son muchos y muy notables los vínculos que unen al Consejo con nuestra Academia. Me limito a recordar que el único Jefe de Estado que fue miembro activo de la misma, don Niceto Alcalá-Zamora, era también letrado de esta institución. Académicos han sido también 24 Presidentes del Gobierno o del Consejo de Ministros; el más reciente, Leopoldo Calvo-Sotelo y Bustelo. Es muy abundante asimismo el número de Académicos que reúnen al mismo tiempo la condición de Consejeros (como es el caso, hoy día, de María Emilia Casas Baamonde) o de letrados de esta Casa.
Las Reales Academias, bajo el Alto Patronazgo de Su Majestad el Rey, ocupan un lugar de máxima relevancia en el panorama intelectual de nuestra época confusa: como tengo escrito en otra ocasión, la lechuza hegeliana ha perdido el rumbo en esta encrucijada y no consigue iluminar el camino de los mortales afectados por la fiebre helenística, agravada ahora por la Pandemia. Las grandes naciones cuentan con grandes instituciones. Una institución, escribió el maestro Hauriou, es una idea de obra o empresa que permanece y dura jurídicamente en un medio social. La Corona, máxima institución; este Consejo de Estado; las Reales Academias… son elementos que vertebran una sociedad abierta en el marco de la democracia constitucional que es –a estas alturas de la Historia– la única forma legítima de gobierno capaz de sustentar la eleutheria propia de la Atenas de Pericles. Desde entonces sabemos, en efecto, que la libertad bajo el imperio de la ley es la única forma digna de la vida genuinamente humana.
Concluyo, cómo no, esta primera parte del discurso dedicada a memorias y gratitudes con una referencia a mi admirado maestro don Luis Díez del Corral, otro ilustre letrado de esta Casa, miembro de las tres Reales Academias y Presidente (y luego Presidente de Honor) de Morales y Políticas. Quien les habla es, ante todo y sobre todo, un profesor universitario, formado en la escuela del autor de El rapto de Europa que dio frutos muy fecundos en aquella Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense, tan ligada a su vez con el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales (y antes al Instituto de Estudios Políticos). Orientó don Luis mis primeros pasos en la docencia de esa asignatura seminal llamada “Historia de las Ideas Políticas”. Me puso en la pista de Jeremías Bentham como objetivo de mi tesis doctoral porque –decía– España necesita menos pasiones ideológicas y más sentido común utilitarista. Somos hijos espirituales de nuestros maestros: en este terreno, como en otros aún más sensibles, he sido y soy una persona afortunada: alumno también de Antonio Truyol y de Jaime Guasp, entre otros; discípulo (y amigo) de Eduardo García de Enterría. ¿Qué más se puede pedir?
Sra. Presidenta, Señoras y Señores:
Vivimos seguramente en un umbral de épocas. La Historia no terminó en 1989 con la caída del Muro ni el supuesto choque de civilizaciones comenzó el 11 de septiembre de 2001 con el atentado contra las Torres Gemelas. Vivimos en el mundo post: posmoderno, posdemocrático, poscapitalista o poswestfaliano, pero también en el mundo ex, cuando hablamos por ejemplo de la antigua Unión Soviética. En estos tiempos, los intelectuales se dejan seducir por las ideologías, los expertos buscan refugio en la eficiencia y los ciudadanos contemplan perplejos la escena, cuando deberían ser protagonistas principales.
Era ya una época incierta, insegura, confusa… Y entonces llegó la Pandemia y nuestras vidas sufrieron (sufren todavía) una profunda conmoción. Nuevas preocupaciones, antes insospechadas o apenas incoadas: teletrabajo, clases “on line”, reuniones telemáticas… Acaso el anticipo de una sociedad virtual, bajo la amenaza de una seria crisis económica y de un desafío (cierto, aunque poco definido todavía) al Estado constitucional. La respuesta, aquí y en todas partes, ofrece luces y sombras. Por ejemplo: aunque la Pandemia es global por definición, la respuesta resulta ser estrictamente local y refuerza así la soberanía del Estado, esa forma política de origen renacentista cuya crisis terminal se anuncia cada poco pero no llega nunca. Felizmente, en mi opinión.
Estamos, pues, lógica y legítimamente preocupados. Recuerden el comienzo impactante de Masa y Poder, la obra formidable de Elías Canetti, ilustre sefardí, cuyo apellido familiar era en origen Cañete: “nada teme más el hombre que ser tocado por lo desconocido”. Sin caer en el pesimismo hobbesiano, nos inquieta el futuro en lo político, lo social y económico, lo cultural. También, por supuesto, en cuanto atañe al Derecho. Todos los opositores hemos recitado alguna vez aquel párrafo del Castán en el tema de la prescripción: “el tiempo, que todo lo muda, no puede dejar de influir sobre el Derecho”. A ciertas alturas de la trayectoria vital, hemos vivido ya el tránsito desde un positivismo estrecho a un principialismo desbocado. Pasando, eso sí, por un curioso proceso intermedio: porque, como ha escrito el propio Herrero, quienes no han podido eliminar el Derecho Natural han pretendido positivizarlo, y de ahí los “valores superiores” de nuestro ordenamiento jurídico, ubicados nada menos que en el artículo 1.1 de la Norma Fundamental.
Era preciso en aquella circunstancia superar la pereza intelectual, y nuestros maestros jugaron su partida con brillantez. No era lógico continuar preguntando por la “insula in fluminis nata”, como escribe irónicamente Ihering contra los habitantes del paraíso de las Pandectas. El nuevo paradigma pasó a ser la teoría ordinamental de Santi Romano. Su tesis es bien conocida: toda institución es un ordenamiento jurídico; el Derecho, antes de ser norma, es organización; el ordenamiento funciona como sistema o estructura, al modo de un tablero de ajedrez, donde cada pieza solo tiene sentido en relación con el conjunto. Y así aprendimos, de la mano de don Federico de Castro y, en Derecho Público, del ya citado maestro Enterría, a manejar las relaciones entre ordenamientos jurídicos. Por fortuna, los autores de la Constitución eran grandes juristas: gracias a ello, y a la muy digna jurisprudencia constitucional, aprendimos a integrar los ordenamientos que rompen (pero no quiebran) el monopolio de la soberanía estatal, ya fuera el Derecho de la Unión Europea o del Estado de las Autonomías. Prefigurada por el título preliminar del Código Civil (y aun antes por las leyes inspiradas por la “generación de la RAP”), la Constitución nos enseñó y nos obligó a distinguir entre la ley y el Derecho, entre Gesetz und Recht. Superamos gracias a ellos aquel estéril “Derecho autista” que solo vive en un presente sin pasado ni futuro, como tiene escrito Alejandro Nieto, otro ilustre miembro de nuestra Academia.
Estuvo entonces y sigue estando el Consejo de Estado a la vanguardia de ese desafío. Debe estarlo también, a partir de ahora, ante nuevos retos: soft law, Derecho dúctil y líquido, pautas y estándares técnicos obra de expertos no siempre sujetos al control del Estado democrático. Es preciso llevar hasta el límite las fronteras del rule of law, la seguridad jurídica, el principio de legalidad, los viejos y eternos cánones del Estado de Derecho. Es decir, tenemos que invocar de nuevo al famoso “genio expansivo” de nuestra juventud. De nada sirve lamentarse, porque resulta inútil poner barreras al hombre fáustico, al tsunami de la Historia. O, mejor dicho: después del ejercicio natural de melancolía, es preciso buscar nuevas fórmulas para salvaguardar las señas de identidad del Derecho. Y el Consejo de Estado, por tradición y por vocación, puede y debe actuar como motor y guía en esta tarea apasionante.
Se avecinan (o ya han llegado) cambios sustanciales en el núcleo mismo de lo jurídico. Recuerdo de mi etapa anterior en esta Casa un Pleno acerca del dictamen sobre el “non nato” proyecto de Código de Comercio. Véase la evolución. Nació como Derecho estatutario, la “lex mercatoria”. Pasó a ser el Derecho de los “actos de comercio”, con criterios objetivos. De nuevo volvió a la concepción subjetiva, como Derecho de la empresa. Y aquel proyecto nos convertía otra vez a todos en sujetos potenciales de un Derecho mercantil que casi llegó a consumar el objetivo de borrar del mapa jurídico al viejo ius civile, benemérito, sin duda, pero a veces arcaico.
Y tantas y tantas cosas más. Entre otras: el abuso del Decreto-Ley por parte de todos los Gobiernos en contraste con la desaparición práctica del utilísimo Decreto-legislativo. Las leyes promocionales cargadas de retórica estéril, y a veces dañina. La muy mejorable calidad técnica de los textos normativos, que tanto preocupa (y con razón) a este Cuerpo Consultivo. Los defectos notorios del procedimiento legislativo, y aún del prelegislativo. La insólita atribución al juez de lo contencioso de potestades cuasiadministrativas previas al ejercicio de su genuina función jurisdiccional. En suma: hay que legislar menos, mucho menos, y legislar mejor, mucho mejor: sean pocas y buenas las premáticas, aconsejaba Don Quijote al gobernador “in fieri” de la ínsula Barataria. Y, ciertamente, hay que atender cuanto antes a las novedades que ya no lo son tanto: derechos digitales; régimen jurídico de los robots o prestación de servicios por vía telemática, entre otros muchos ejemplos. Persigamos cualquier quiebra del Estado de Derecho, esas nuevas inmunidades del poder, con la misma tenacidad que el capitán del “Pequod” empleaba con Moby Dick, aunque con mejor estilo y, cómo no, con mayor sosiego.
Todo sea para evitar el camino de regreso del logos al mito, que en política se llama populismo. “Representa lo mejor que puedas el papel que te han encomendado”, es un sabio consejo que recibían los habitantes de Utopía. Y hagámoslo pronto y bien, no sea que se cumpla la temible profecía de Franz Kafka en el inquietante y ambiguo comienzo de “El castillo”: “Cuando K. llegó, ya era tarde”.
Muchas gracias.
20:32 Presidenta. Queridas Consejeras y Consejeros, Letradas y Letrados, señoras y señores, hoy ingresa en el Consejo de Estado un nuevo Consejero Nato en su calidad de Presidente de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, y tengo el honor, como Presidenta, de pronunciar este discurso de bienvenida.
Hoy es un día importante para esta Institución, como siempre que se incorpora un nuevo Consejero o Consejera. Pero hoy estoy particularmente contenta porque tras dos años volvemos a tener representación de una Institución que comparte con el Consejo de Estado una función, la de aconsejar.
Un discurso que en esta ocasión no comienza con una despedida, porque afortunadamente para esta Institución, el Consejero que representaba a la Academia de Ciencias Morales y Políticas va a seguir con nosotros, como Consejero de Estado, al frente de la Sección Primera. No hay despedida, pero sí sincero agradecimiento a la labor que ha venido realizando D. Miguel Herrero y Rodríguez Miñón para potenciar la colaboración entre la Academia que hasta hace tan solo unos días presidía y esta Institución.
Y sirva como muestra de los frutos de esa colaboración un botón. No quiero dejar de mencionar el magnífico Ciclo que sobre el tema de La vertebración territorial de España en la Doctrina del Consejo de Estado, una serie de lecciones impartidas por el Cuerpo de Letrados del Consejo de Estado, D. Miguel Herrero organizó como Presidente de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Un curso de un altísimo nivel, cuyas ponencias han sido recogidas en un volumen recientemente publicado y editado por la Real Academia y la Editorial del BOE. Un libro que les recomiendo y que resulta un excelente ejemplo de la fructífera relación entre nuestras dos Instituciones, que estoy segura de que vamos a seguir cultivando con el beneplácito del actual Presidente que está hoy aquí para asumir su cargo de Consejero de Estado nato.
Benigno Pendás García conoce bien al Consejo de Estado, pues – como él bien ha dicho – en su condición de Presidente del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales ya fue miembro nato de este Pleno entre 2012 y 2018. Consejero, como bien has explicado, es tu segunda toma de posesión. En la primera ocasión fue Francisco Rubio Llorente quien te dio la bienvenida. Hoy, soy yo, quien tiene la satisfacción de hacerlo.
En su discurso en su primera toma de posesión y hoy mismo, Benigno Pendás ha aludido a Mircea Eliade y a su mito del eterno retorno, y referenciaba su vínculo personal y profesional con los que en aquel momento eran Consejeros. De acuerdo con una concepción nietzcheniana del eterno retorno, el futuro se concreta en cada momento presente, que es la única manifestación palpable de la eternidad. Disfrutemos pues de este momento ritual, que es el acto de toma de posesión, para recibirte de nuevo.
La trayectoria de Benigno Pendás es de sobra conocida por todos nosotros, es doctor en Ciencias Políticas y Abogado, Catedrático de Ciencia Política en el Universidad San Pablo CEU. Letrado de las Cortes Generales desde 1981, fue jefe de la Asesoría Jurídica del Senado. Ha sido Director General de Bellas Artes, entre 1996 y 2000 y patrono del Museo del Prado, del Reina Sofia y de más de cuarenta instituciones culturales. Ha publicado 8 libros y más de 50 artículos. Y en 2015 fue galardonado con el Premio Internacional de Ensayo Jovellanos por su libro “Democracias Inquietas”. Recientemente, ha dirigido la obra en cinco tomos sobre la Constitución Española en su 40 aniversario y la edición de la Enciclopedia de las Ciencias Morales y Políticas para el siglo XXI, prologada por el Consejero Herrero y Rodríguez de Miñón.
Quisiera aprovechar esta ocasión para insistir – porque Benigno Pendás ya ha hecho referencia a ello en su discurso – en la conexión entre la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas y el Consejo de Estado. A pesar de que el nacimiento de las dos Instituciones está separado por tres siglos, en los dos casos hablamos de instituciones centenarias, con una sólida raigambre histórica. Estamos físicamente muy cerca, la Academia en la Casa y Torre los Lujanes, en la Plaza de la Villa, y nosotros en este magnífico Palacio de los Consejos.
Y nuestra cercanía no es solo física. La Academia se define como un espacio de debate sobre ideas y cuestiones centrales para la sociedad, como un centro neurálgico del pensamiento y la crítica en todo el espectro de las ciencias sociales y jurídicas. Aquí en el Consejo también nos preciamos de ser un espacio de pensamiento y de debate, centrado en el ámbito jurídico, pero con amplitud de miras para dar cabida a reflexiones provenientes de todo el espectro de las ciencias sociales. El mundo siempre ha estado cambiando, desde que surgió, pero tenemos la sensación de que en este momento el salto que la humanidad puede dar es verdaderamente un salto de gigante, que estamos a las puertas de una verdadera revolución que dará paso a un cambio de era. Si atendemos a lo que se nos anuncia desde la ingeniería, las tecnologías de la información, la inteligencia artificial, la neurología, parece que estamos a punto de inaugurar un nuevo pos que habría que añadir a los que has mencionado, el poshumanismo, con la aparición de hombres y mujeres ciborg, con capacidades ampliadas. El Derecho tiene que ser capaz de entender y regular estas nuevas realidades que van a materializarse muy pronto. A decir verdad, ya se están materializando. Yo no sé si veré una democracia operando en el metaverso, pero parece que este nuevo mundo virtual deberá regularse e integrarse en nuestros sistemas democráticos.
En el primer semestre del pasado año se publicó en la Revista de las Cortes Generales un artículo de Virginia Ramírez Martín, en que se analizaba en detalle la función consultiva de las Reales Academias en la Actividad Parlamentaria. Esta función viene recogida en el artículo 4 e) del Real Decreto 1160/2010,de 17 de septiembre, por el que se regula el Instituto de España, que integra todas las Academias. De acuerdo con este precepto es función de las Academias, “responder a las consultas que le formule la Administración General del Estado o, en su caso, otras Administraciones Públicas”.
A la función consultiva en el Estado de Derecho dedicó su Memoria de Ingreso como Académico en la Real Academia que presides y de la que en aquel momento eras vicepresidente, D. Ignacio Granado Hijelmo, en 2020, en que subrayaba que la función consultiva no es de potestas, sino de auctoritas, una autoridad de la que gozan tanto la Academia que presides como esta institución que te recibe hoy. La función consultiva está relacionada con el saber, y no con el poder. Nosotros acostumbramos a decir que el Consejo es una Institución inteligente y sabia, dos atributos que también comparte la Academia – como fruto de la Ilustración.
Querido Benigno, desde hoy eres nuevamente Consejero de Estado, te doy la bienvenida en nombre de todos los miembros de esta Casa. Te recibimos con los brazos y la mente abierta, deseosos de compartir contigo y con la Institución que representas, ideas, reflexiones, pensamientos y propuestas. Estoy convencida de que tus aportaciones contribuirán a elevar la calidad de nuestros dictámenes.
Tu regreso a esta casa no es una marcha atrás, sino como diría Lorca un volverse para recoger las alas y avanzar. Se abre un nuevo periodo en el que esperamos seguir profundizando en la colaboración entre la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas y esta Institución. Y para ello tenemos un nuevo consejero.
Bienvenido Benigno, bienvenido a esta casa. Muchas gracias.
29:37 Presidenta. Se levanta la sesión.
Fin de transcripción